17.7.09

Casa natal

Un pinchazo en el dedo y una suma no definen nada. Entre el cuerpo y el intelecto, una montaña enigmática pero nunca siniestra, misteriosa en su luz, simple como un rayo de sol. Atravieso la calle para poder mirarte más de cerca. En el edificio más lejano, dos ancianos esperan la muerte con dulzura. Un taxi pasa lento con un taxista adentro. Ya no estás. La noche cae. Se levanta la luna. Pienso en tantas cosas que me perturba el caos, la carencia de un principio, de un nudo y de un desenlace, la ausencia de drama o de comedia, la simple rutina, el engaño. La avenida está desierta. Se ha dicho muchas veces: el amor es todo lo hay. Tanto se ha dicho que decirlo es como no decir nada, como putear a un referí, como cantarle a un muerto, como... (todo es pegajoso, tan pegajoso, tanto barro, tanta palabra vacía). El amor es todo lo que hay. Linda frase, linda palabra. "Amor". ¿Quién lleva el Amor sobre sus brazos para entregárnoslo, como un bebe caliente y limpio? ¿Quién carga con el peso de lo que nos falta? Es una avenida carente de amor sobre la que estamos parados. Nada está pensado para compartir. Y sin embargo, todo lo que hace es por amor. Nos embarcamos en grandes aventuras épicas para olvidarnos del dolor, entregamos la vida a los cerdos por amor a los hijos, engañamos esposas para poder seguir casados, todo por amor, todo por las buenas intenciones. Nada causa tanto mal como la bondad. La vida es tan aburrida que incluso el amor se torna rutina. Las personas buscan un colectivo, fingen accidentes, se van lejos, se disfrazan de payasos, creen agradarse para empezar nuevamente con la mentira. Ni yo sé lo que digo. Todo es pegajoso. Y quizás esto sea lo más desastroso que escribí en este blog. Pero la necesidad llama, lectores imaginarios. Nada me sale, pero lo intenté, aquí está la prueba. Ya no veo la montaña, ya la avenida se cubre de bruma. ¿A quién engañamos? Todo es un desastre excepto por el Amor. Todos buscamos Amor desesperadamente. Pero el Amor, como un dios caprichoso, nos deja tendidos, sin respuesta, a las puertas de la casa de nuestra amada.