28.5.09

Sueño eterno

La vida se hiere a sí misma dando paso a la muerte. No morimos de pena y oscuridad, morimos de exceso de luz. La vida es un suicida enamorado. Los órganos se acurrucan, el corazón se desespera, la sangre se espesa, y ante tanta exuberancia la muerte cierra el telón dándose por vencida. La muerte sólo triunfa en el miedo, vive allí, en la angustia, en el terror. Cuando la vida triunfa y una persona muere, es el fin de todo, incluso de la muerte. Quien se consume en una enfermedad notará cómo la vida lo entrega todo, cómo hasta las últimas células festejan su tarea. Verás, al final, que la realidad es sólo la mezquina contracara del sueño dulce y eterno.

11.5.09

Un árbol que galopa

¿Cómo puede ser que el caballo sea tan bondadoso? Se brinda al hombre con todo su cuerpo, con su belleza muscular, con su espléndida postura, con su fuerza y su raíz terrenal. Es el caballo el más bello de todos los seres que hay sobre la tierra, y hunde sus patas en el barro, en la piedra, en el cerro, en el pasto hasta hacerse parte de los llanos y los árboles. El caballo sólo pide agua, pasto y un árbol (hay que verlo tan plácido bajo el fresco de una sombra), lo demás no lo pide, sencillamente le pertenece. Así como la ballena es la dueña de los océanos, el caballo marca la tierra con sus huellas, el caballo no hace al camino, el caballo es el camino. Y el hombre, feo animal sin cola ni pezuñas, no sería nada sin él. Jamás podría haber alcanzado las distancias que alcanzó, jamás habría conocido la pampa horizontal, nunca habría trasladado su cuerpo ansioso hasta el horizonte. El caballo se presta, entero, al pobre y al rico. Lo pueden ver señorial llevando sobre sí a un rey, o empujando cansado pero imparable el carro de un pobre; corriendo en algún hipódromo, con su belleza portentosa y conmovedora, o todo deshilachado y flaco, con las costillas al aire y el lomo algo caído, trasportando la basura y los cartones por las calles de la ciudad. A veces me parece que nos tiene una pena enorme, que nos ayuda porque nos sabe inferiores, patéticos, necesitados de creernos amos. Pero el caballo, ese animal que es un árbol andante, un roble surcando las tierras, no es esclavo de nadie, y en todo caso el hombre es esclavo de su bondad y de su fuerza. El caballo es la historia del hombre, no nos ignora como lo hace el búho o la hormiga o el halcón, nos tiene piedad, nos ayuda, nos ama si por amor entendemos la compresión profunda de las cosas, la compenetración en la materia, y así deberíamos amarlo nosotros, dejándonos usar por él, admirando su hermosura y su entrega. Trota y trota, jamás se cansa, lleva carretas, lleva personas, carga con la tristeza. Cuando debe quedarse quieto, sobre el asfalto, sediento y cansado, se queda quieto, y cuando con un golpe sale andando es por puro disimulo de su superioridad, es camino clacketeado sobre el asfalto maldito, es tierra húmeda cerca del río, canción serena del caballo dormido, carrera inútil y feliz más allá del alambrado. Me hace llorar la belleza y la bondad del caballo noble.