17.3.09

El sueño de una artista

Llevaba una vida aburrida. Trabajo, comida, trabajo. Vuelta en colectivo. No era lo suyo. Le gustaba escribir. Tenía algunos cuentos hechos. Ninguno era gran cosa. Tuvo un novio. Dos años juntos. La separación fue de común acuerdo. No la afectó. Se había recibido de Licencia en Letras. ¿Para qué? Trabajo, comida, trabajo. Vuelta en colectivo. La ropa sucia amontonándose. La televisión hablando de cuestiones ajenas. El colectivo repleto (ocho y media de la mañana). A ella le parecían vacas. La gente, amontonada, le parecían vacas. Yendo al matadero. Tenía un buen sueldo. Se compró una licuadora. Nunca la usó. Se la regaló a su madre. Su madre nunca la usó. Tenía un buen trabajo, que de a poco fue volviéndose en un no-tan-buen-trabajo. A los dos años se convirtió en un trabajo insoportable. Se guardaba la angustia. Trabajo, comida, trabajo. Vuelta en colectivo. Las caras tristes. Los cuerpos contracturados. La alegría distante. Ocho y media. Llega al trabajo. Un edificio antiguo, un ascensor moderno. Piso once. En el trayecto, llora. No lo tolera más. Trabajo, comida, trabajo. Vuelta en colectivo. Cena solitaria. Tristeza que no se extingue. Comienza a escribir. Es una novela. Es la única manera. La única manera de salir del embrollo. Ser escritora. Su anhelo. Vivir de ser escritora. No más trabajo, comida, trabajo. No más vuelta en colectivo. En un mes escribe la novela. Es un policial. Pero en realidad habla de la angustia de sus días. De la suya y de la gente que viaja día tras día en el colectivo. Se entera de un concurso. Envía su novela. Trabajo. Colectivo. Ascensor. La pena se ha ido. La novela gana el primer premio. Cien mil dólares. Renuncia al trabajo. Vida de escritora. No más colectivos. No más gente triste. La vida es buena. La vida es alegría. Se convierte en una escritora famosa. Viaja en camioneta 4 x 4. Se muda a un country. Escribe todos los días. Toma té helado. Es feliz.

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