20.12.08

Embrujo

La noche se agolpa sobre el mundo. La noche es un remanso de sombras que caen sobre un difunto. La iglesia es un edificio apenas, recortando la vista, con el reloj como luna, con el edificio enorme tapando lo que resta. La noche calma al día y no significa nada. La noche es caminantes que nadie conoce haciendo ssssh, silencio con el dedo, silencio que la noche habla. Que la noche habla y no dice nada. La noche se maravilla de estrellas. Primero se enciende una, chiquita, lejana, luego se apagará para dejar paso a otra más cercana, y luego, ya en la oscuridad plomiza, no habrá lugares para diferencias: la estrella es siempre la misma estrella, ni abajo ni arriba, ni lejos ni cerca, simplemente estrella, multiplicándose como papel picado, una estrella que parece miles, que parece miles pero que no tienen número, ni principio, ni final. No hay luna. Las cosas se hacen un bollo en la cama de la noche. Aparecen de nuevo, con formas inusitadas. La noche es el cielo como verdaderamente es, sin la excepción de un sol cercano y generoso. La noche nos devuelve al plano correcto, aplasta el ego, nos deja vacíos si estamos vacíos, nos regocija si estamos alegres, nos deslumbra si somos poetas. Sólo los necios perturban a la noche, sólo los que le temen la quiebran con ruidos y luces de colores chillones. Le temen a la noche, y quien teme a la noche no conoce nada de la vida. La noche en el campo es la forma desconocida de la muerte, ahora, ahí, detrás del arbusto que no vemos. La noche es la paz de los que no tienen paz. La noche nunca llega sin avisar, la noche simplemente se posa sobre el cielo, como una mujer que arropa un bebé. La noche nos tiene compasión de madre porque ignoramos su secreto más hondo: que detrás del velo de la oscuridad se esconde el todo y la nada, silenciosos, infranqueables y sencillos.

8.12.08

Estaban casados y eran felices

¿Por qué pensás que dije lo que dije si yo fui muy claro cuando te dije lo que vos bien sabés que te dije y al decirlo no quise ofenderte? Si yo te hubiese dicho otra cosa, es entendible que me digas esto ahora, pero yo no te dije lo que vos decís, lo que vos decís lo inventaste y me lo estás diciendo para que yo te diga lo que no te voy a decir. Claro, me decís que en realidad dije algo pero que dije otra cosa para mis adentros, pero yo te juro que cuando te dije eso quise decir exactamente eso y no otra cosa, si te hubiese querido decir otra cosa te la habría dicho sin ningún problema, pero vos siempre dale que te dale con que en realidad me quisiste decir otra cosa y que lo dicho y no lo dicho, si al fin y al cabo lo que te dije está claro como el agua, no sé por qué interpretás algo que yo no dije, yo cuando vos me decís tal cosa te contesto algo igual a esa cosa, no salgo con decirte lo que mi abuelita me dijo que te dijera y la gran perra dijo una vez que me dijera para que vos después no te ofendas por lo que digo. La forma en que te digo las cosas no es clara, me decís, y qué querés decir con eso eh, que no digo las cosas claras, a ver por qué, explicame, decíme por qué, si cuando digo algo en el trabajo siempre todos me entienden, nadie me dice que lo que digo no se entiende, todos por el contrario me dicen "qué bien lo que dijiste", entonces no te entiendo, es decir sí entiendo lo que decís pero no comparto lo que decís, si tanto problema es lo que te dije retiro lo dicho y a otra cosa, no se habla más, mirá qué fácil, cuando yo digo basta es basta, así de sencillo, cuando digo perro es perro, no digo perro y digo vaca, digo lo que digo, y se acabó, tan difícil es de entender lo que digo para vos, ya me lo dijo una vez mi mamá, que no me metiera con vos, me lo dijo y me lo dijo, me lo repitió mil veces, y yo no le hice caso, no escuché lo que me dijo, si me lo dijiese ahora sería otra cosa, te digo en serio, y pensar que antes que te dijera lo que sencillmanente te dije pero que vos interpretaste de otra manera, éramos muy felices, nos casamos lindo, luna de miel en las Cataratas, y ahora por una oración mal dicha o malinterpretada todo lo hicimos se nos va por la borda. No, no, escuchame bien lo que te digo, no te dije que tenés que ir al borda, dije que la relación se va por la borda, entendés lo que querés, además cómo voy a decir lo del borda si el borda es para hombres, encima de decir lo que yo no dije decís cualquier cosa, no pensás, decís "mu" y yo dije "la", esto no da para más, ¿cómo puede armarse semejante escándalo por algo que no dije? Me decís que estuve desubicado, pero en realidad la desubicada sos vos, porque yo no dije eso, lo que vos me decís que dije sale de tu mente perversa, está bien que era una cena pero yo no dije nada sobre eso, vos y tu mamá interpretan cualquier cosa, y ahora resulta que llegamos a nuestra casa y me decís que dije esa barbaridad cuando en realidad yo no la dije, pero claro ahora cómo demuestro que yo dije otra cosa, no hay manera, y ya está, ya fue lo nuestro, la próxima vez no hablo y listo, o hablo pero cuando hablo digo cosas ordinarias, ni un pensamiento digo, o mejor digo lo que vos querés que diga, a ver decíme, decíme qué digo, así la próxima no hay dobles lecturas de mis dichos, o sabés qué, ahora yo voy a inventar todo lo que me decís, entonces cuando digas "vaca" yo pienso "mulas", y si pienso en "mulas" pienso en "ciervos" y si digo "ciervos" digo "cuernos" y si digo "cuernos" digo "infidelidad" y listo, cuando vea al abogado le digo mi interpretación de tus dichos y pido el divorcio, para eso están las abogados, te dicen todo clarito y te hacen firmar papeles para que después no venga cualquiera a decir que no dijiste que lo que en realidad claramente dijiste. No me digas mentiroso, porque eso me pone mal, no me lo digas más. Yo te juro que no dije lo que en realidad vos decís que dije, y aparte si lo hubiese dicho cuál es el problema, yo digo lo que quiero, mirá si vos me vas a venir a decir que yo diga lo que vos querés que diga, ya estoy grandecito como para decir lo que se me canta, así que sí, dije lo que vos decís que dije, lo dije y me la banco, y la próxima vez lo digo sin pelos en la lengua, clarito, para que lo entiendan sin vueltas todos y yo me ahorre tener que decir todo lo que te estoy diciendo ahora. Yo por ahí no digo las cosas como a vos te gusta, pero no por eso me tenés que acusar con algo que no dije. Mejor dicho, que dije pero que no era lo que había que interpretar, o por lo menos lo dije para mí, era un doble sentido, pero nunca dije eso en el sentido que vos pensás que lo dije. Ya no sé si estamos discutiendo por lo que dije que vos decís que dije, o por lo que en realidad dije y vos decís que no debería haber dicho. Como dice el dicho: "la mirada es el lenguaje del amor", por eso desde ahora propongo que en nuestras próximas charlas, si es que hay próximas, no digamos más nada, que todo sea con miradas, y listo, no voy a tener que aguantarme tus dichos, y aparte la mirada cuando dice no dice mentiras, como decía mi profesora de Lengua en la secundaria, decía muchas estupideces, pero una vez dijo esa frase que recién te dije y me quedó grabada, pobre mi profesora, que encima cada vez que decía la lección la volvía loca diciendo cosas inventadas, le decía que Borges hizo tal cosa y ella me decía que no, y yo lo decía que sí, y ella me decía que no, y entonces así nos quedábamos un rato discutiendo y yo ganaba tiempo diciendo esas mentiras para que llegara el recreo. En fin, ¿qué estaba diciendo?

7.12.08

Una palabra, dame una palabra

No tiene sentido que hablemos. ¿Cómo se comunican dos personas solitarias, que no creen en las formalidades, que disfrutan de su soledad, que sienten que las palabras no son herramientas para ocultarnos si no para revelarnos, y que cuando uno las dice deben ser bien dichas, en el sentido de usarlas para lo que han sido diseñadas, para comunicarse, que no para aislarse? Más allá del "hola" y del "chau", nunca nos sentamos a hablar, y eso que (por lo menos yo lo veo así) tenemos mucho en común. Lo sé por tus gestos, por tus costumbres, por tu gusto por los gatos y los discos de vinilo. No, nunca charlamos acerca de nada importante, pero así y todo creo que de esta manera es nuestra relación, nuestra pequeña relación. Si yo me enamorara de vos, o si yo intentara crear una amistad (aunque, estoy seguro, esto que tenemos es amistad, una amistad sin palabras), entonces ya no seríamos nada, se acabaría nuestra relación, que es ahora tan perfecta, tan callada, tan distante y sin embargo tan cercana y tan verdadera. A pesar que vivís en el departamento de al lado, que pasan muchos días y no sé nada de vos, nuestra relación se basa en los encuentros que no son, en lo no dicho. ¿Cómo podría ser de otra manera? Vos sos callada, tímida, eso dicen. Bah, me imagino que eso dicen, porque eso dicen de mí y nosotros somos muy parecidos. Ya sé, no sos callada ni tímida, simplemente estás contenta con vos misma y no le tenés miedo a la soledad. Pero al ser vos así y yo también ser así, ¿cómo podríamos comunicarnos de otra manera? La gente en nuestro edificio grita cuando habla, insulta, se pelea, y la mayoría de las veces dicen huevadas. La vecina del otro lado tiene unas amigas que la visitan de tanto en tanto. Nunca dicen nada, a pesar de charlar como cotorras, y sospecho que a ninguna le interesa en verdad la vida de las otras. En cambio, de tu lado nunca escucho ningún grito, a veces música, pero nada más. Y música muy linda y suena muy despacito. Nunca te oigo reírte a carcajadas, y es otra cosa que me llama la atención. En el edificio, vos lo sabrás, pero también en mi trabajo y en casi cualquier ámbito, mucha gente se ríe a carcajadas, como para que los otros escuchemos cómo se ríen. Nunca tuve ni pude ver de lejos una reunión de gente sin que nadie se riera, salvo que estuvieran planeando un asalto o un atentado. ¿Por qué esa necesidad de reírse en cada oración? ¿Será que muchos son "tímidos y callados" pero no se animan a admitirlo? ¿Cuándo aprendemos a falsear la sonrisa? Sabés qué, para mí en ese momento empezamos a morir, cuando simulamos nuestra sonrisa. ¿Cuándo nos acostumbramos a las palabras falsas, hasta el punto de no diferenciarlas de las reales? Muchas veces estoy en cumpleaños, en casamientos, en fiestas en general, y me veo forzado a mentir y a mentirme, que es lo más doloroso. A veces siento ganas de salir corriendo. ¿Por qué nos tenemos tanto miedo, por qué nos ponemos tantas barreras? La gente conoce a mucha gente, y cuanta más gente conoce alguien es mejor visto. Eso me lo dijo una vez una persona. En realidad no me lo dijo a mí, escuché que se lo decía a otro, y se lo decía no como algo malo, sino como una especie de consejo. A mí me resultó un espanto. Tengo dos amigos, y siempre nos reunimos por separado. Hablamos, a veces. Callamos, a veces. No importa. Como pasa con vos, como pasa con los gatos, que se entienden mirándose, que no falsean sus impulsos. Tengo un gato naranja (a vos te gusta muchísimo), que cuando llega alguien a mi departamento o le huye, se le paran los pelos, se esconde, se aleja, y luego se queda solo, tranquilo, durmiendo, o es mimoso, ronronea, duerme en tu falda. No sé en qué se basa para que alguien le caiga bien o mal (vos le caés muy bien), pero a mí me basta con saber que a él no le gusta cierta persona, porque sé que no se miente y sé que no se miente porque no tiene necesidad de hacerlo. Cuando hay reuniones grandes, mi gato se esconde y no logro encontrarlo hasta que se van todos. Hay un gato callejero que todos los días se sienta en la terraza del edificio de enfrente y mira a mi gato. Y mi gato lo mira. No se maúllan, nada. Se miran. Lo hacen todos los días, a la misma hora. Si se conocieran más de cerca, quizás se pelearían, se rasguñarían y se lastimarían. Pero ambos saben que de esta manera es como mejor pueden llevarse, cada uno en su lugar, solos, tranquilos, respirando el aire nocturno desde el balcón y la terraza. Así se me hace que es nuestra relación. A veces me siento tentado de tocarte el timbre, invitarte unos mates y ponernos a charlar sobre no sé, tu trabajo, tus cosas, tu música, tu… pero sería todo tan forzado, y con vos no es así, con vos es todo chiquito, irreal, insignificante, hermoso, como esa nena que nos gustaba en el jardín de infantes a la que nunca le dijimos nada pero que extrañamente recordamos con enorme cariño. Me da un poco de vergüenza decirte esto (¿ves? Incluso entre nosotros existe el miedo al juicio negativo del otro), pero durante la secundaría, tendría yo doce o trece años, estuve mucho tiempo enamorado de una chica dos años más grande a la que nunca le dije nada. Pero nada de nada. Creo que sólo una vez cruzamos un “qué hora es” de parte de ella (imagináte, fue un día felicísimo ése), pero lo otro eran miradas. Ahora que lo pienso con el cinismo que dan los años, es muy probable que la chica ni me registrara, pero en ese entonces estaba convencido que las miradas eran correspondidas. La miraba descaradamente, a los ojos, de lejitos, y con eso pretendía decirle todo lo que no me animaba a poner en palabras. Vivía en tal fantasía que estaba convencido que era mi novia. Con un amigo me refería a ella como “mi novia”. Hasta le mandé una carta de forma anónima, que nunca supe si recibió o no. Con palabras formadas por letras recortadas del diario, decía esto: “dedicado a Dios y los elementos”. No sé por qué puse eso, lo habré leído en algún lado. Puse eso por poner algo nomás. ¿Podría haberle declarado mi amor? Seguramente, pero en el fondo sabía que la relación era así, distante, platónica, si querés decirle así. Nunca se cruzó por mi cabeza hablarle, decirle cuánto la quería, eso significaba el quiebre del amor, el fin del hechizo, las palabras del científico que desencantan el acto de magia. Sin embargo, a pesar de todo esto que te cuento, a mí me gusta hablar, me gustan las palabras, no soy nada tímido. Es más, detesto la timidez, me parece un acto de cobardía, y te juro que en ninguna de mis actitudes hay cobardía, que todos mis actos son así porque yo quiero que sean así, porque descubrí hace algún tiempo que es imposible ser quien no soy, que me da un miedo atroz caer en la espiral de las palabras falsas, que me parece un gesto de dignidad y de rebeldía asquearte frente a las oraciones hechas, frente a los lugares comunes. Para conseguir mi primera novia tuve que fingir mucho, tuve que hacerme pasar por quien no era, tuve que caerle bien a gente que no me interesaba. Duró dos meses ese noviazgo. Estuve deprimido tres años. Bah, “deprimido” no, triste, pensando en ella. Pero la angustia fue cediendo, hasta que un día, tomando algo con un amigo en un bar, le dije: “no voy a fingir más en mi vida, así soy yo, prefiero que me quieran dos personas pero que me quieran con mis defectos, con mis miserias, con mis frustraciones y obsesiones, que me quieran en mi soledad, antes que me quieran muchos pero superficialmente”. Mi amigo hizo un silencio, se terminó de tomar la cerveza y no dijo nada. Yo tampoco dije nada. Nos quedamos mirando por la ventana, tranquilos, como si los dos fuésemos uno, cómodos como en el seno materno, sin distancias, sin buenos modales, sin mentiras, sin falsedades, como pasa en la verdadera amistad. Dos siendo uno.