13.9.08

Como uno que abre los ojos y ve

Los pensadores están enfermos. Todos los sistemas filosóficos son pura lógica, que es como decir que son nada, que son castillos de arena en la orilla del océano inescrutable, ideas construidas sobre el absurdo que no significan nada, que sólo significan dentro de sus ideas, dentro de sus lógicas enfermas, dentro de sus débiles y complejos sistemas de ideas, pero que fuera de ellos, ahí donde el espinillo se esconde o donde los gusanos comen la carne o donde la angustia nace, no significan nada. Los filósofos son gente enferma, los científicos están locos de tan cuerdos. Cuentitos dentro de cuentitos, pensamientos como jaulas que no dicen nada, palabras que se pierden hasta hacernos perder. Hoy el físico dice que el bing bang es tal cosa, y mañana viene otro físico, que piensa más y mejor y más enredado, y dice otra cosa. La ciencia es un mito bastardo. Y los filósofos son gente enferma. ¿Por qué la vida tendría que tener sentido? Los pensadores están tan aburridos de la vida que piensan y enredan la vida. Si sabio es quien lo sabe todo de la vida, ¿qué más sabio que el árbol, que crece, brinda aire y madera, y vive años y años, sin pensar un segundo? ¿Por qué no intentamos parecernos al árbol? ¿No está ahí, en la simpleza más brutal, el secreto de la vida? El secreto de la vida es que no hay secretos en la vida. El hombre es un animal enfermo que crea mitos. Así creó a Dios, así creó a los prójimos, así creó la caridad y creó la guerra, de puro aburrimiento, de puro pensar demasiado. Los filósofos son gente enferma, tengámosle piedad. Se calzan anteojos, andan con el gesto adusto, leen libros, muchos libros, y escriben otros libros, muchos libros, para decir con muchas vueltas que en realidad no saben nada. Que no pueden saber nada, eso es lo que dicen en cada oración, aunque lo disimulen con grandes tratados. Al científico le dicen: "enséñame a dominar la naturaleza que yo te pondré en un pedestal, el pedestal vacío de Dios", y así el científico deja de ser loco peligroso y es el loco cuerdo, y saca libros y libros que no dicen nada, y saca cuentas y cuentas que no significan nada, y es reverenciado como un genio, un civilizado, un nuevo dios. Pero así como Dios ha muerto, el científico y el filósofo deben morir. El enreverado sistema de los pensadores ociosos ha hecho que muchos piensen que el pensamiento viene primero y luego la acción, ¡pero nunca ha sido así y nunca lo será! No hay nada más valeroso ni profundo que la acción. No busquen más profundidad, no la hay, y si quieren seguir cavando y dicen que encontraron más profundidad es porque están solos y tristes y necesitan pensar que hay algo más. No lo hay. Toda la verdad está en la superficie. El pasto y la tierra es la última verdad; más abajo, la mentira, es decir la filosofía. Los que no aman la vida no lo comprenden, necesitan encontrar un significado oculto en las cosas, como si no les bastara la belleza, y entonces ven algo bello y lo analizan, ponen cara de preocupados y señalan un conjunto de similitudes con otros pensamientos abstractos, que en realidad tampoco dicen nada, y entonces lo bello se opaca y muere. Así matan a la vida los pensadores. Se asustan ante el azar, e inventan el destino; se espantan ante la muerte, y se esconden de la vida para crear las fisolofías; se asquean del cuerpo y crean los edificios y la cultura y los libros. Los pensadores están enfermos: vomitan palabras. Crean cuentitos y nos hacen pensar con suma destreza que ese cuentito es la verdad; vean la coherente que es el cuentito, lo lógico que es, pero ¿qué es la lógica? ¡Basura! La vida no se rige por la lógica, la Historia no se rige por la lógica, los sentimientos no se rigen por la lógica, el tiempo no se rige por la lógica, el amor no se rige por la lógica... ¡la lógica sólo sirve para los pensadores, que están enfermos! Los filósofos, los grandes filósofos, ¿qué le han aportado a la lluvia? Sólo la han contaminado. La lluvia sigue siendo igual que siempre. ¿Para qué quiero yo saber si la nube hace la lluvia o no? Me basta saber que la lluvia cae y es linda. ¿Para qué necesito saber si el corazón es un órgano? Lo escucho latir en el corazón del otro, sólo entonces existe. Las cosas pierden vida cuando le encontramos lógica. La luna, nos dicen los científicos, es un satélite, una piedra; pero miro la luna y no veo un satélite (¿qué es un satélite para mí?) ni una piedra: simplemente veo una luna, a veces brilla más, a veces menos, a veces no está. Eso es todo. ¿Para qué más? Sentir curiosidad es loable, ¿pero para qué correrle el velo a las cosas? La lógica puede hacernos para amar la vida o asesinar judíos, entonces ¿a quién le importa la lógica? Sólo los enfermos se aferran a la mentira, como lo hacen los pensadores. El ser humano podría ser perfecto en su imperfecta inocencia y en su poesía, pero hemos estado presos, primero, de Dios y luego, ahora, de los pensadores, de la ciencia y de la filosofía. El ser humano podría ser perfecto: no es un animal ni tampoco un dios. El ser humano podría ser perfecto, y de hecho lo es en los primeros años de su vida. De niño, siente curiosidad pero no quiere respuestas; de niño no ansía con saber matemáticas, le basta con jugar con la tierra. Luego vienen los pensadores, y con ellos los profesores de la escuela, esos lacayos de los grandes pensadores, y nos tiran los libros y nos fuerzan a pensar y a sumar y a usar la lógica, y de a poco vamos odiando la vida, vamos olvidando todas las respuestas que ya teníamos, y nos convertimos en personas civilizadas que saben pensar, que razonan, que no saben nada. ¿Cuál es la razón por la que nacemos y morimos? No la hay, porque no hay razón para nada. El hombre lo percibe segundos antes de morir: no hay razón, sólo vida. La matemática sirve para armar una mesa, un horno, un inodoro, pero no para vivir a través de ella. Nada se rige por la razón. Cuentan que tres hombres se cruzaron con una flor espléndida: uno era un filósofo y se puso a pensar en ella, otro era un poeta y le dedicó un poema con bellas palabras, y el otro era simplemente un hombre que pasó a su lado, la vio, se conmovió un segundo, la olió y siguió su paso. Sepámoslo: no hay más allá luego de la montaña.

"Si Dios es las flores y los árboles, los montes, el sol y el claro de luna, entonces creo en él, creo en él a todas horas, toda mi vida es oración y misa, una comunión con los ojos y los oídos. Pero si Dios es los árboles y las flores, los montes, la luna, el sol, ¿para qué lo llamo Dios? Lo llamo flores, árboles, montes, luna, sol. Si él se ha hecho, para que yo lo vea, sol y luna y flores y árboles y montes, si él se me presenta como árbol y monte y claro de luna y sol y flor, es porque quiere que yo lo conozca como árbol, monte, luna, sol, flor. Y yo lo obedezco (¿sé yo más de Dios que Dios de sí mismo?), lo obedezco viviendo espontáneamente, como uno que abre los ojos y ve, y lo llamo luna y sol y flores y árboles y montes y lo amo sin pensar en él y lo pienso con los ojos y los oídos y ando con él a todas horas".

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