19.5.08
Buenos Aires
Vivo en este pasillo de edificio. Ahí en la esquina, donde no molesto a nadie, estiro mi colchoneta por las noches y duermo cuatro horas, a veces cinco. El señor y la señora del departamento H me invitan con mate cosido de vez en cuando y eso me llena hasta las doce del mediodía cuando la panza me hace ese ruido y por las garganta siento que suben como bichitos. Antes dormía en una plaza pero ahora duermo en el pasillo. Tengo un amigo que... bueno, no es mi amigo pero lo era, después nos peleamos y él se murió, lo pisó un tren, estaba borracho. Pero una vez me dijo: "mirá, cuando uno cae y cae y cae, está contento con muy poca cosa". Y me contó una historia mi amigo que después no fue más mi amigo y murió atropellado por un tren, borracho el pobre: "mi familia tenía una chozita nomás, y claro, yo lo comparo con lo que tengo ahora, que es nada, que es este cartón y este gorro de lana, y bueno, esa choza es cada vez más lejana, pero recuerdo que mi papá, Alberto se llamaba, le daba mucha vergüenza esa choza y se la agarra con mi madre y le pegaba, una vez le pegó tanto que mi madre lloró dos semanas y un día sin parar, palabra, te lo juro, pero sin parar, lloraba y lloraba y lloraba, a veces a llanto limpio, a veces moqueaba la pobre, como una nena, pero no paró hasta un domingo que mi papá le regaló una flor. A mí me pareció muy heroico ese gesto de mi papá, claro, era un pibe, no entendía, o por ahí entendía, lo entendía a mi papá pero de una manera extraña, como si la culpa de la violencia no fuese de él directamente, como si el que hiciera fuerza, viste, fuese el de la flor y el otro como un intruso. La cosa es que éramos once hermanos y pobre mi papá Alberto, la dijo a mi madre que teníamos que dejar de estudiar porque nos moríamos de hambre si no, y mi madre dijo que no, que era una barbaridad, y ¡zas! le pegó de nuevo, y mi madre lloró pero por menos tiempo, y yo me vine a trabajar a la ciudad, a Buenos Aires, vendía pavadas, pero fui creciendo y me fui apartando de la choza y de mi papá y me fui acercando al vino, que era barato entonces, no como ahora, y me olvidé a propósito de toda esa vida, y de a poco fui cayendo, como te dije, hasta que ya no tuve ganas de hacer nada y pensé que era lo mismo estar tirado acá en la plaza que muerto y enterrado, y no le tengo miedo a la muerte, eh, pero mientras esté acá lo disfruto, a mí no me molesta... ojo, ojalá tuviera un pasillo de edificio como vos, eh, por lo menos para invitarlo a mi papá a tomar ese mate cosido que decís que te dan, no sé, pobre mi papá, Alberto se llamaba, una vez, hará diez años, volví a la choza. Mi madre se había ido y de mis hermanos quedaban dos o tres, pero mi papá seguía, más viejito pero igual de seco y malhumorado, y me dijo: "vení, sentáte, que te voy a contar algo". Y me contó una historia que nunca me olvidé, por ahí porque fue la última vez que lo vi a mi papá, o por ahí porque me hizo pensar en muchas cosas y todavía me la acuerdo enterita, che, me la contó mi papá, Alberto se llama, me dijo, escuchá: "sabés que una vez me contó mi abuelo que su abuelo nació en La Pampa, y que en esa época, bueno, eran distintas las cosas, te estoy hablando de hace muchos años, eh, no sé si mejor o peor, aunque peor no creo, pero en La Pampa por lo menos hay aire, verde, espacio, uno puede ponerse una granjita, mirá acá, esta choza de porquería... bueno, la cuestión es que este taratara no sé cuánto abuelo tuyo tenía en un cajón suyo una pulsera, que él decía que era oro y que se la había dado su padre que a su vez era de su abuelo y así, y dicen que esa pulsera tenía mucho valor histórico, eso dicen, no sé, yo la vendí una vez porque no teníamos para comer y no me dieron mucha cosa, pero mirá, ya que viniste acá te voy a entregar esta carta que venía con la pulsera y te voy a contar lo que dice..." Y entonces el padre de mi amigo le contó una historia que yo ahora me acuerdo a medias, que era de un Pedro de Mendoza, que vino desde lejos, que fundó una ciudad, y que fue acorralado por un pariente lejano de mi amigo, por él y por muchos como él, que eran las personas que vivían acá y que les sobraba lugar, eso dicen, no como a mi amigo que duerme arriba de un cartón en esa plaza.
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