23.5.08

Alguien habla

Cansado mi corazón (pero qué es el corazón, es un órgano, nada más, es en forma figurada que lo decís, ah, en forma poética, bueno, es poesía de dos pesos, el corazón, el corazón no existe, querrás decir el espíritu, pero claro es algo muy general el espíritu, entonces decís el alma y menos todavía que el corazón porque ni un órgano es, entonces quedás así, desnudo pero más que desnudo: desollado, un cuerpo podrido triste colgando de la pendiente, atado con un piolín, eso, no hay corazón poético no hay alma, pero hay algo, en eso estamos de acuerdo, hay algo que se formó en base al dolor y que de tanto llanto nació sin ganas y miró por encima del tapial y dijo me muero, me muero, y sufro y no puedo ser sólo cuerpo, soy alma también, ese nombre le puso sin saber muy bien, y entonces el terremoto del Hombre y el camino y la sangre y las ¿conciencias? Inventamos la moral, que es…) de tanta mentira (el problema es la verdad, el problema es que rompimos la objetividad, nadie cree en nada porque todos creen en todo, todo es subjetivo pero no hay individuo por lo tanto no hay subjetividad; el individuo… ay, se dice que vivimos “tiempos individualistas” (lo dicen los mismos que pusieron al pájaro en la jaula) ¡ojalá viviésemos tiempos individualistas! No hay individuos hoy, sólo masa (yo veo masa, multitud, robots (los robots, pobres, que los hicimos nosotros) y es duro aceptarlo pero lo tenemos que hacer para dejar de ser masa), la multitud, el rebaño que camina y camina y no se pregunta y se encierra, claro, piensa sólo en él, es ignorante sí, pero es igual a todos, somos todo iguales, qué maravilla, el ideal de la Revolución concretado, se nos rasuraron las ideas para controlarnos perfectamente y él es un…) y de tanta (el árbol que crece, no sabe, no sabemos, caemos vivimos. Él. Sumado a todo lo que alguna vez pensamos de nosotros. Él. Sobre todo él. Que desaparece. Que una vez pensó (no puedo dejar de pensar, escribo en mi diario que cuando pienso me ato, cómo puedo pensar y liberarme, todo es mentira, quiero ser un nene, un nene, tirarme en el pasto y no pensar en tirarme en el pasto). Que una vez sintió que era hombre. Él. Mirálo a él. Escribe y escribe. No sabe que le hablo a él. Él escribe. Es alguien. Se borró de la cabeza (¿y no es también la cabeza una metáfora de la inteligencia? ¿Y la inteligencia no es la mentira más grande de todas? ¿El genio? No hay genios, no existen, hay superho…) que un día cuando caminaba por la calle, barbudo, tapado hasta la boca por el frío, pensó que todo había terminado (¡veinte años! ¡nada más que veinte años y todo había terminado! ¡Pobre él!), se lo borró a eso porque ese él ya no es este él que ahora lee esto mientras alguien escribe, “miro alrededor”, iba borracho sin haber bebido una gota de alcohol ni, “heridas que vienen, sospechas que van”, perdido en la ciudad que era un símbolo enorme de cemento, la ciudad que lo aplastaba, “y aquí estoy pensando en el alma que piensa” y él sentía placer en la decadencia, “y por pensar no es alma”, y miren (ustedes que no leen) miren al que cuando estaba triste pero no melancólico se dio cuenta que el Mono había hecho ese edificio enorme: nada estaba dicho y pre-hecho, no había mandato divino, nada era eterno, todo había sido hecho y habría de ser derrumbado, y entonces pasmado el otro que lo acompañaba cruzó la calle y miró la cara de los transeúntes, monos, monos y monos, sin pelos, monos, monos, vestidos, monos, con moral putrefacta, monos, monos, erguidos, algunos sucios, otros limpitos, monos, monos, monos, monos (el Hombre era sin mayúscula) y cayó como un mazazo el peso de la muerte…) sangre seca. (Se va).

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