1.6.08

La necesidad

Cuando tenés hambre, necesitás un pedazo de comida. No hay regla más básica. Los humanos sufrimos de esa necesidad durante miles y miles de años (y lo seguimos haciendo, aunque por otras cuestiones), infinitos años en los que el tiempo no pasaba como ahora, donde cada día era el último día porque el hambre apremiaba, donde la felicidad, el bienestar, estaban asociado con comer y descansar para al otro día cazar, matar, comer. Y descansar. El hombre es un animal bastante inútil en ese sentido: sólo cuando usó su inteligencia y fabricó instrumentos para matar pudo sobrevivir. ¿Hay acaso algo más grande, más emocionante que esa lucha por la supervivencia? Eso, y no otra cosa, es el amor. Por hechos históricos desgraciados, mucho se malinterpretó el sentido heroico y profundamente humano de la supervivencia del más fuerte. Los que critican, claro, ya no tienen que salir a cazar, sólo van al supermercado más cercano y compran lo que quieren y comen y duermen y se horrorizan por la crueldad de la naturaleza (que no es crueldad, es belleza). Al progresar a muchos los consume el tedio y se inventan problemas, dramas, angustias superfluas. Cuando ya no tenés hambre y te sobra el tiempo, entonces te preguntás para qué vivís. Cuando ya tenés abrigo y cama, no podés dormir por el insomnio. Cuando vivís en una comunidad donde supuestamente estás interactuando con otros, buscás el amor y no lo encontrás. El amor no es la entrega, así como comer no es cenar con servilletas. El amor es necesitar ser amado. No se trata de esforzarse en el sentido romántico del esfuerzo; el amor es llorar y ser abrazado, no abrazar cuando el ser amado llora. Eso es caridad, piedad. Cuando estás con alguien mucho tiempo y lo extrañás y el tiempo se escurre y es doloroso, eso es amar. Si hay un concepto que destrozó el corazón de los hombres, es el del romanticismo. Nos educaron para pensar que el amor llega solo, que existe el amor ideal, que nos enamoramos de una sola persona y que esa persona está predestinada a encontrarse con nosotros. No hay mentira más grande. El amor se crea, se inventa, se construye, se miente. El amor no es algo que nos viene dado. El amor se busca, y dicha búsqueda implica un esfuerzo, el esfuerzo de la humildad y el esfuerzo por comprender al otro. Sin comprensión total del otro, no hay amor. El que ama a una sola persona no ama a ninguna persona. El amor no es exclusivo, no es propiedad privada, pero el amor tampoco es el noviazgo ni la ostentación de la belleza, ni el beso ni la caricia. El que no ama al árbol es porque no lo ha contemplado lo suficiente. El que es capaz de amar observa a una cosa hasta que la cosa se le hace propia, y entonces la ama, y entonces ya no puede vivir sin la cosa. Puede ser un árbol, una flor, el mar, una pulga, un hombre, una mujer. ¿Cómo pretendemos amar a una mujer si no contemplamos la abeja? Amar no es encerrarse y tirar la llave, amar es mirar para adentro, saber que nos morimos, mirar a nuestro objeto amado y apretar los dientes y mirar a la muerte y decirle chau, chau para siempre, para toda la eternidad, que es un segundo. No existe el amor a primera vista, existe el enamoramiento. Ahí está el error. Muchos piensan que el enamoramiento, en el sentido de excitación sensual y sexual, es amor, y se casan y se conviven pero no se aman, y se divorcian argumentando que “ya no sienten lo que sentían”. Es decir, ya no sienten lo que nunca sintieron. Lo que se llama “amor platónico” es algo que está muy bien, que incluso puede inspirar poemas bellos, pero nada tiene que ver con el amor. Cuando el humano cazaba, mataba, comía, entonces amaba al mundo, era parte de él; cuando se deslindó de esas necesidades, cuando las intermedió, se alejó del mundo y ya no lo amó. Lo mismo ocurre en las relaciones sociales. Sobrevivir como especie es vencer a la muerte, por lo menos por un momento (pero ya sabemos que todo lo humano es momentáneo, y por lo tanto eterno). Lo mismo ocurre con el amor. No existe tampoco tal cosa como “el amor desinteresado”. ¿Cómo algo puede ser “bueno” o “correcto” si es desinteresado? Interesarse por algo es el primer paso para comprender. ¿Cómo puede uno entregarse sin esperar nada? Hay que esperar todo, necesitarlo todo, tener un gran hueco en el corazón y una gran voluntad para rellenarlo. Hoy nos espantamos frente al matrimonio por conveniencia, y sin embargo ¿no son están todos los matrimonios basados en la conveniencia? Antes, por lo menos, nadie creía en el amor romántico y nadie esperaba a su príncipe azul. Simplemente le presentaban a una persona y la aceptaban y la amaban. ¿Pero cómo?, dice el ser amado, ¿no soy acaso yo único para vos, me decís que soy reemplazable, que no soy mejor que otros? Todos somos reemplazables, aunque nos duela aceptarlo, y está bien que así sea, es algo noble. El veneno que nos introdujeron en la venas se llama Ego, y no hay que confundir el exceso de Ego con el amor. Que, en el fondo, todos seamos reemplazables, dado que somos parte de la naturaleza y por ende morimos, no significa que no haya personas “especiales” para nosotros. Lo que jamás debemos olvidar es que se trata de una construcción. Esto no lo invalida ni lo hace menos verdadero, sólo lo pone en su lugar. Todo lo humano es construido: un edificio, un puente, las palabras, el amor. Lo grande, lo verdaderamente grande, no es “lo que viene dado”, sino lo que se construye. De todas las formas de amor que existen en el mundo, quizás la más noble sea el amor de una pareja. El amor a la familia es algo que “viene dado”, es decir nos obligan a querer a nuestra madre, de lo contrario somos parias. El amor a otro cualquiera, a una mujer, a un hombre, ésa es la naturaleza del amor. No hay nada previo que nos una, simplemente el azar nos juntó y construimos todo de la nada. Como el ser humano lo hizo, en la selva, bajo el universo frío, cuando cazaba y dormía y descansaba y era feliz.

1 comentario:

Cassandra Cross dijo...

Me encantó este texto. Por un momento me hizo recordar a algunos pasajes de Kundera sobre sus propias creencias de la vida.

Saludos y buena vida!