14.10.08
El infierno es la mirada de los otros
Hola ¿cómo estás?, te pregunta el vecino por preguntar, y vos decís que bien, todo bien, porque, claro, si le decís que mal todo mal entonces eso inicia una charla que es en realidad una farsa, como farsa fue la pregunta inicial. En cambio, vos decís bien todo bien y ya está, el vecino no tiene que simular que se preocupa falsamente por lo que te pasa. Vos creés que él dice ah menos mal que a este chico le va bien, qué alegría, pero en realidad al vecino poco le importa cómo estás y a vos poco te importa lo que el vecino piense sobre tu estado de ánimo. Entonces decís que bien, que está todo bien, a lo sumo largás un ¿y usted?, y él te va a decir que bien también, por suerte, o si es creyente gracias a Dios; y vos pensás que menos mal que te dijo que estaba bien, porque si te dice que está mal entonces ahí vos le tenés que preguntar qué le pasa, y en realidad qué te importa qué le pasa, vos querés seguir de largo, llegar a tu casa, sacarte los zapatos, prender el televisor y que el mundo se prenda fuego; pero supongamos que te dice que está mal, ahí nomás se larga a hablar de su ex esposa y de su cuñada, y de que a la madre la operaron de la vesícula y que el padre, que en paz descanse, una vez de chico lo llevó a un circo y él desde ahí que le tiene miedo a los payasos... la charla puede derivar para cualquier lado; y lo peor: la próxima vez que te lo cruces, no sólo vas a tener que preguntarle cómo está aunque te importe un carajo cómo está, si no que le vas a tener que preguntar de nuevo por todos sus problemas, y él muy probablemente te cuente todas las novedades, o en el mejor de los casos esté apurado y te largue un salvador todo bien, aunque sabés que todo mal; y entonces sí, a partir de ahí la relación se recompone en el típico cómo estás, bien, todo bien, ¿y usted?, bien, todo bien. Porque, claro, es de mala educación no preguntar cómo está el otro, a ver si el otro sospecha que en realidad nos importa poco y nada (y más nada que poco) su miserable vida. ¡No! Hay que simular. Aunque, en el fondo, sabemos que el vecino sabe que vos pensás lo que pensás y que le preguntás cómo está por cortesía; y lo sabe porque él hace lo mismo y se pone diariamente en la misma situación repetidas veces. Ascensor. Pasa el encargado del edificio. Hola, cómo va. Bien. Chau, listo. Uno se sube al ascensor sintiéndose un ser civilizado. Querés que el otro piense: este tipo es un tipo amable, se preocupa por mí, un simple encargado. Pero el encargado no piensa eso, hace que lo piensa. Y así, en resumidas cuentas, uno vive la vida, haciendo como que dice lo que piensa pero en realidad lo que dice lo dice para quedar bien con el otro, aunque en el fondo el otro le importa un comino a uno, y al otro uno le importa un comino. ¡Pero simulemos, que al fin y al cabo todas las relaciones sociales son simulaciones! ¡La sociedad misma es una farsa! Todos hacemos como que el Estado nos protege, y decimos que creemos en las Leyes y en la Democracia, pero en realidad nadie cree en nada, y el Estado sabe que sus intereses son otros pero también simula porque de otra manera la credibilidad se caería y ya no seríamos seres civilizados. Por eso es tan importante que siempre que te cruces con alguien aunque sea le digas hola, y si te lo cruzás dos veces un ¿cómo estás? no viene mal. De última, ¿para qué están los psicólogos? A ellos les importa cómo está uno verdaderamente, y no les importa que a uno le importe un carajo cómo están ellos, que para eso se les paga, qué tanto. Quizás en el futuro a partir de tu amable ¿cómo estás? construyas varias amistades, amistades basadas en la mentira, basadas en la mentira como la sociedad toda; y tal vez, de tan amable y civilizado que sos, tu familia te quiera y tu esposa te quiera y tus compañeros del trabajo te quieran e incluso el noticiero de las siete de la tarde hable de vos y te ponga como parámetro a seguir. Sí, así de importante podés ser por sólo interesarte en los demás, interesarte como quien se interesa por los pobres con la caridad y dona lo que le sobra. Después, bueno, todo no se puede, pero después te vas a dar cuenta que en realidad montaste toda tu vida en una farsa, y que ni a tu esposa ni al noticiero le importa cómo estás, que sólo simulan como vos simulás, y que adentro de tu cuerpo se tejieron telarañas insondables, que ya ni vos te conocés de tanto mentir y de tanto mentirte, y así recurrís al psicólogo y no te sirve, de nada te sirve, porque en realidad sos tan amable que no tenés problemas, qué drama vas a tener vos, flor de tipo que sos, y entonces hacés lo que siempre hiciste: como mentís al preguntar ¿cómo estás?, del mismo modo te mentís y te inventás problemas que en realidad no tenés, para ponerle un poco de pimienta a tu vida vacía y falsa, te inventás problemas y hasta una enfermedad, la depresión, decís que estás deprimido, pobrecito yo, y te apiadás de vos y todos hacen que se apiadan de vos, y así llegás a viejo y a sentir a la muerte en los talones y a tenerle tanto pero tanto miedo al fin. Porque la muerte es real, allí no hay más farsa, estás solo, realmente solo, como siempre, pero ahora no hay caretas, no hay un ¿cómo estás? todo bien que salve, porque la muerte no responde, es silenciosa y cruel. Una maleducada, al fin y al cabo.
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