27.10.08

Sonata de amor para una madre

Canta el niño: "oh, madre, tanto me has querido que me has arruinado, todo tu amor me ha quebrado la voluntad, tu amor parte del miedo, tu amor es irreal, tu amor asfixia, madre, tu amor. Tan cobijado he estado del mundo exterior que no entiendo la vida. ¿Cómo puede amar quien no comprende? ¿Cómo puedo ver más allá del vestido de mi madre, que es todo el cielo oscuro que cubre el cielo real? Mira este cuchillo, madre, si no me dejas partir he de matarte, he de desangrarte hasta liberarme, madre, oh madre, yo no quiero verte morir pero debes dejarme partir, debes hacerte a un lado, debes desaparecer, debes dejar de ser madre y buscarte tu propio destino. Negarte, madre, es darme nacimiento. Yo no creo, lo sabés, en los ancianos que parecen que nunca fueron jóvenes, pero tampoco confío, madre, en los jóvenes que creen que nunca serán viejos. Todos los seres viven en mí, todos los tiempos pugnan en mí, todos brotan y quieren partir, atravesar muros, vivir en montañas, pero es necesario que tú me dejes crecer, que veas, que entiendas, que querer no es poseer, que preocuparse y sufrir no es amar, que la ausencia no es olvido. Yo no creo en religiones, banderas, ni razonamientos bien fundados, y sé, madre, que aunque un hijo niegue a su madre no puede evitar parecerse y atarse a ella; yo, por eso, no te niego, madre, te asesino con este cuchillo desafilado, a plena luz del día, en la vereda soleada si es preciso, porque lo mío no es miedo, no es negación, es apertura. Oh, madre, ya no quiero que seas mi madre, me lo pide el cuerpo, me lo piden mis sueños, me lo pide la necesidad, el hambre y el frío, y me lo piden los ojos bien abiertos, los ojos que ven a los otros, los otros que se funden en mis ojos, madre, quizás un día lo entiendas: todos somos madres, padres e hijos, todos hermanos, todos primos, sólo es cuestión de casualidad que me hayas criado y que yo te salude por las mañanas. Todos mis hermanos, todos mis padres, cualquiera mi madre, mi amada, mi estrella, mi serpiente querida, todos. No hay mal en este mundo, madre, sólo hay olvido y aburrimiento. Yo no te olvido ni me aburro, no me hagas caer en el tedio, madre, porque el tedio es la muerte en vida, es la atadura permanente. Sólo dejame partir, irme, quizás te extrañe, quizás retorne a pedirte ayuda en los primeros momentos, pero algún día sabré, madre, que quien resigna libertad por un poco de seguridad no consigue ni lo uno ni lo otro. Debo romper con tu cobijo de madre triste, debo romper con las enseñanzas del colegio y debo golpear mi cabeza contra el barro hasta moldearme de nuevo, pero sólo para ser el mismo. Nunca cambiaré, simplemente me revelaré. Ah, madrecita, pobre madrecita, consumiste tu vida en mí y pusiste tus esperanzas y pensaste que eso era amor, un amor inconmensurable, pero debes saber, madre, que no existe tal cosa como el amor incomensurable: todo amor es amor por ser mensurable, porque lo incomprendible no puede amarse, todo amor es humano, limitado, contradictorio, eterno en su fugacidad. El hombre es dialéctica pura, y así como te amé ahora te rechazo para siempre, y quizás mañana, tú en la cama apenas separada por un biombo con la muerte, y quizás pasado mañana, yo, con las manos ya limpias, nos encontremos en esa mirada del Hombre frente al Abismo, porque allí (no caben dudas, madre) todos somos hermanos, más hermanos que nunca de la vida".

No hay comentarios: