6.10.08

Las antenas de las hormigas

Y mirá, acá estamos, desparramados como soldaditos de plástico en el barro de un patio antiguo, ¿qué podemos hacer? Estamos acá, y es estar o estar, no podemos no estar. En el instante que no estamos no somos y ya no estamos. Todo tiene contraluz, un costado negativo, la otra cara, el fuego y el agua, la luna y el sol, todo menos la vida, que no tiene contracara, sólo fin. E incertidumbre. La muerte es una fantasía, una enfermedad de los seres humanos, una ficción. Sólo hay vida. Y la vida es absurda. Hubo una época, ¿sabés?, en que necesitábamos mentirnos, en la infancia; la inocencia es fundamental para la supervivencia cuando uno es niño. Pero no podemos ser niños para siempre, la mentira debe dar paso a la verdad, y no hay otra verdad que la siguiente: la vida es todo, la vida es absurda. Mirá, no tiene nada de malo, es más: quizás tengo todo de bueno, quizás no haya más que bondad en la vida. ¿Por qué dramatizar? La vida es absurda, es una fantasía sin principio ni final, nunca empezó porque nunca terminará. Todo lo que hubo siempre es lo habrá eternamente, e incluso cuando el mundo explote y el universo se achique o implosione, incluso entonces todo lo que hay será todo lo que haya. La vida es absurda, la vida es inútil. No, no quiero que nos ahoguemos en nuestras vanidades ni que vivamos pensando siempre en el hoy, despreocupados, como hedonistas. Pero tampoco quiero que tengamos el gesto adusto del religioso, ni la mente clara y enferma del científico. La vida es absurda, no hay nada que entender. La vida es absurda, estamos acá, no lloremos por lo que no somos, aprendamos a vivir con nuestra finitud, porque cuando los dioses reían nuestros días eran más alegres, honestos y florecidos. Dentro de muchos años lo que hoy te parece trágico, irremediable, será sólo olvido, a lo sumo un chiste mal contado. ¿Eso debería angustiarnos? Debería hacernos ligeros, frágiles, alegres, hermosos. Pensá esto: nada es importante. Nada. Y a la vez todo es importante dentro del absurdo. Cuando los niños aplastan a las hormigas laboriosas, que con tanto ímpetu llevan a su hogar una ramita, ¿acaso creés que hay algo de diferente en nuestra existencia? Dios no es otra cosa que un niño jugando en un jardín. ¿Te parece terrible? A la mayoría de la gente le parece terrible. Prefieren un dios protector, serio, vigilante, severo, un dios que castiga. No un dios niño. Jamás. ¿Nos preguntamos si la hormiga sufre al morir? No, simplemente la matamos. ¿Por qué seríamos nosotros diferentes? Hace rato dejamos de ser el centro del universo. Sólo somos pequeños hombres en pequeñas ciudades en un pequeño planeta. ¿Deberíamos angustiarnos por eso? ¿O deberíamos saltar de alegría y amarnos y romper y quebrar y construir y enloquecer? Dentro de nuestro absurdo, debemos ser más hermosos que nunca, y debemos tener muchas obligaciones, obligaciones sinceras, hacia la tierra y el sol, que no son dioses, que son minúsculas partículas sin sentido, bellas, infinitas, totales, absurdas, y sobre todo debemos tener una obligación: vivir como quien besa y al besar no piensa y no tiene más anhelo que seguir besando.

No hay comentarios: