17.6.08

Ciudades ardientes

Las palabras caen en el horno de la muerte cuando se las pasea con peluquín por la calle, con la correa en el cuello, avergonzadas, humilladas, y pierden todo valor. Las bombas que se tiran y machacan la tierra y se llevan vidas dejan desperdigadas palabras que ya no sirven. El sabio sube a la montaña y no dice, sólo cuando baja y se mezcla con el resto de los mortales habla, y al decir da vida, y al decir las cosas cobran sentido. ¿Hay algo que no sea palabra? Incluso antes que los pensamientos, los objetos se nos presentan en forma de letras, que ordenan el caos, que le dan aire a la noche oscura... en forma de palabras que unen los puntos entre las estrellas. Dicen "libertad" y la libertad no es más que una palabra, no es más porque no hay nada más allá, y si lo hay es lo incognoscible. ¿Hasta cuándo vamos a buscar lo que no está? Más allá de las palabras, el grito, que no sería grito si no supiésemos que "eso" es un grito, y que está más allá de las palabras. Por eso, cuando se bastardean las palabras, cuando se las humilla, la monumental empresa de darle sentido a la vida se torna imposible. Los medios, los políticos, los publicistas, el sentido común, la educación escolar, todos son los sepultureros de las palabras. O peor: son los profanadores, porque no se conforman con enterrar el sentido sino que lo desentierran para pisotearlo, escupirlo, usarlo, y volverlo a enterrar. Dicen "democracia", dicen "inseguridad", dicen "hambre", dicen "justicia", pero no se detienen a pensar las palabras, a dotarlas de sentido poético, y cuando una palabra es malintencionada, cuando se usa para mentir deliberadamente, entonces no hay confianza, y si no hay confianza no hay diálogo, y si no hay diálogo hay enfrentamiento, y si hay enfrentamiento hay soledad, y si hay soledad hay alienación, y si hay alienación hay muerte, no hay futuro, no hay esperanza porque la "esperanza" ya dejó de ser "esperanza" para transformarse en un concepto hueco sin sentido donde los poderosos colocan el significado que les conviene. "Libertad", ¿hay una palabra más hermosa y más bastardeada en la historia de la Modernidad? Se ha asesinado, se han destruido culturas en nombre de la libertad. Sin dudas, no es la libertad que yo conozco, no es la libertad de los que dejaron la sangre en la Revolución Francesa. ¿No son acaso las revoluciones luchas violenta por darle un nuevo sentido a las palabras? Libertad burguesa por libertad total, igualdad de mercado por igualdad de hermanos. Las palabras son las mismas, los significados diferentes. Sin embargo, esta diferenciación tan básica para comprender nuestra realidad se deja de lado por conveniencia. Se pisotean las palabras para que nadie crea en nada ni en nadie. ¿Qué vale la palabra del otro? En las culturas antiguas la palabra lo era todo, era la memoria, era la cultura, era la vida. Ahora, en este mundo de empresarios leoninos, de políticos sin escrupulosos, de medios masivos idiotas, el mundo de la poesía se resiente y está cada vez más lejos de ser conquistado. El poeta dice: "Y a la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en la espléndidas ciudades", y cuando pone el punto final lo que dijo no puede ser dicho de otra manera. Tratar de traducirlo es bastardearlo, porque no hay traducción posible. Enredados en la telaraña comunicacional, hoy todos hablan, todos opinan, en internet pululan los sabiohondos, cada cual ejerce la "igualdad" de una manera irresponsable, y haciéndolo daña el lenguaje de una manera casi irreversible. El cuchillo que se le clava a la palabra cuando la mayoría de los políticos (esos títeres patéticos) la violan y la amordazan para darle un significado perverso es más peligroso que cualquiera bomba, que cualquier dios muerto y que cualquier ley infringida. Las palabras deben ser como pequeñas palomas a punto de morir a las que colocamos sobre una manta para que salgan a volar de un solo soplo.

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